✍️ Gilberto Torres
La imposición del mando único policial en el Estado de México no es, como se pretende hacer creer, un despliegue estratégico de coordinación, sino la evidencia más cruda del fracaso de los gobiernos locales y de la propia gobernadora Delfina Gómez Álvarez para garantizar la seguridad más elemental de millones de mexiquenses.
La narrativa oficial insiste en que esta medida es un recurso extraordinario ante “zonas críticas” como Ecatepec, Neza o Texcoco. Sin embargo, el hecho de que la presidencia haya tenido que poner a Omar García Harfuch al frente de todas las fuerzas estatales y municipales sólo demuestra que los presidentes municipales se han visto completamente rebasados y que la administración de Delfina Gómez carece de capacidad operativa y política para contener la violencia.
🔍 Centralización forzada: un síntoma, no una solución
Es imposible no señalar que la gobernadora ha mantenido un discurso ambiguo: por un lado, promete coordinación y cercanía con los municipios; por otro, tolera la descomposición institucional y la corrupción que han permitido la infiltración del crimen organizado en corporaciones locales. Este desorden ha llegado a un punto tan crítico que la federación optó por la vía más autoritaria: quitarles el mando y concentrar el poder en un solo hombre.
Este giro no es ningún logro político. Por el contrario, es la admisión de que Delfina Gómez y los alcaldes no pudieron ni siquiera mantener la apariencia de control, mucho menos ofrecer resultados concretos.
⚠️ La crisis de liderazgo municipal
No se puede soslayar que muchos presidentes municipales llevan años más ocupados en sus proyectos personales y en la disputa por cuotas de poder que en asumir la responsabilidad de proteger a sus comunidades. Sus omisiones, sumadas a la debilidad de la administración estatal, han desembocado en el mismo escenario que criticaron durante años: la militarización y la mano dura.
La ironía es que Delfina Gómez llegó a la gubernatura prometiendo un enfoque distinto: cercanía con la gente, fortalecimiento de la policía estatal y respeto a la autonomía municipal. Hoy vemos que ni uno solo de esos compromisos se ha cumplido.
✅ ¿Era esto inevitable?
Es verdad que el Estado de México enfrenta condiciones excepcionales de inseguridad. Pero también es cierto que la incapacidad política y la negligencia administrativa contribuyeron a que la situación se deteriorara sin freno. La imposición del mando único no es una muestra de eficacia sino la prueba de que las autoridades locales fallaron de manera rotunda.
Si la gobernadora y los presidentes municipales hubieran mostrado liderazgo, honestidad y voluntad de colaboración real, el mando único no sería necesario. Pero su inacción terminó por forzar la intervención federal, como último recurso para evitar el colapso absoluto de la seguridad pública.
💬 Ingobernabilidad en el Edomex
Lo que ocurre en el Estado de México es la confirmación de que Delfina Gómez y los alcaldes están completamente rebasados. El mando único no debería venderse como un triunfo: es la evidencia irrefutable de su incapacidad para gobernar y de la urgencia de replantear, con seriedad, quiénes están al frente de las instituciones que deberían proteger a los ciudadanos.
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